2008, Phonogenic/Epic
8.8
El ciclo vital de un ser humano esta plagado de fases. A cada una le corresponde un paisaje emocional particular: despreocupación e inocencia en la niñez, consciencia, desencanto y experimentación en la juventud y estabilidad y madurez en la adultez hacia adelante.
Esta claro que depende de cada persona, pues cada individuo es un mundo, pero es posible afirmar sin temor a equivocarse que la intensidad de los sentimientos en los entorno de la veintena no se ve superada en ninguna de las demás fases de la vida.
Los romances pasionales, el despertar de la razón, las primeras experiencias (allá cada uno con las que elija) y el remate de los detalles que determinarán nuestra personalidad para el resto de nuestros días. Más compleja se hace aún la post-adolescencia hoy día, con la sobredosis de información que nos satura y que nos abre las ventanas del conocimiento de cara a forjar nuestras propias opiniones, aunque también nos ahogue con la oscura y putrefacta realidad que por desgracia brindan los sectores más desvirtuados de la humanidad.
Los irlandeses
The Script hacen acopio de semejante maraña conceptual y, en uno de los esfuerzos pop más infravalorados de la pasada década, editan su primer álbum de estudio al que denominan de forma homónima a la banda. Lo que encontramos al abrir la caja de The Script son 38 minutos de perfecta producción e inquietud moderna sobre las delicias y sinsabores del amor, así como diversos salpicados de compromiso y crítica social. Precisamente entorno a ésto último gira la apertura del LP, We Cry, tres tristes historias de decepción y sueños rotos frutos de las cadenas que la sociedad nos ata sin darnos cuenta. Rusty Halo, con letras de inferior calidad a la media del disco, también hace referencia (aunque sustituyendo la compasión por rabia) a la pesada carga que supone salir adelante cuando el destino no para de atropellarnos una y otra vez. A pesar de todo, como canta Danny O'Donoghue, nunca podemos dejar de luchar. "Gotta shine my rusty halo".
Al margen de la creciente preocupación por las injusticias del mundo que afloran al llegar a la edad sobre la que se asienta la perspectiva con que se realiza este trabajo, surge la otra gran llamada, la del amor. En una secuencia lineal a lo largo del CD nos encontramos con la narración de una convulsa relación que se nos presenta con su dolorosa ruptura en Before The Worst, a raíz de la cual surgen los recuerdos sobre el comienzo de la relación y la reflexión sobre como una historia tan idílica puede haber llegado a tan frío desenlace. El intento por ganar el perdón de nuestra expareja de Talk You Down no da resultado, y con ella llegamos al clímax del disco: The Man Who Can't Be Moved.
Pocas veces en el pop se puede alcanzar la evocadora calidad de las letras y la destreza compositiva que eleven a obra de arte a un tema que, por otro lado, resultó también ser el de mayor aclamación comercial para la banda. La elegancia y sutileza de Mark Sheehan a la guitarra y la gentil presencia trasera de la batería a cargo de Glen Power, amén del bajo puntual y sublimemente subrayador de Benjamin Sargeant ponen banda sonora a la conmovedora historia surrealista cantada con la mayor destreza de toda su carrera por un O'Donoghue que resquebraja las emociones de quien se ve atrapado por este emblemático corte sobre la eterna espera del amante a su expareja. Día a día y pase lo que pase el seguirá esperándola en el sitio donde sus miradas se cruzaron por primera vez y él fue suyo. El mazazo que termina de romper en mil pedazos las quebradizas esperanzas que nosotros, como público, vimos críticamente forzadas en The Man Who Can't Be Moved llega en Breakeven (Falling To Pieces). La que ya los oyentes calificamos como zorra de máxima categoría tira a la basura el corazón de nuestro protagonista como si se tratase de un juguete roto y sin valor, y a cambio lo sustituye por un nuevo individuo. La visión de ambos cogidos de la mano por la calle remata a nuestro héroe vencido en un tema que nada tiene que envidiar al que le precede, tanto en calidad como en éxito (The Man y Breakeven son hasta la fecha los títulos de mayor reconocimiento comercial para la banda de Dublín). Un excelente mid-tempo que, al igual que el resto del LP, mantiene la tensión entre lo casi bailable y lo hiperrealista de un diario personal.
Con el mundo en el suelo aplicaremos la máxima que reza que la experiencia nos hace más fuertes de la mano de la íntima The End Where I Begin. Tras ella, un consejo que solo un caballero de raza, de aquellos que realmente vale la pena conservar (chicas, razón aquí) daría a toda dama que, siendo también de máxima valía se ve atrapada por la palabrería de algún canalla de tres al cuarto con mucha labia: Fall For Anything servirá a dicha joven para aprender a darse valor y a no dejarse utilizar como yo-yo emocional a manos de un simple chulo. En el patinazo del siglo aparece If You See Kay, un tema intrascendente, infantil y fuera de lugar que, en su propia pobreza artística supone el defecto que, de hecho, añade mayor humanidad al disco y, por tanto, realza la perfección del resto del tracklist (jugada astuta que quiero creer verdad para justificar su inclusión).
La conclusión a esta obra es la balada I'm Yours, un toque melódicamente alternativo al resto de canciones, de elogiosas letras y relajados acordes destinados a calmar la tormenta que dejamos atrás en este The Script. Un álbum sobre experiencias que en sí mismo se convierte en una y de las fuertes.