(2013, Parkwood/Columbia)
(gen: r&b)
7.9
Afirmar que la quinta entrega de estudio de la diva norteamericana es su cima creativa es, quizás, ir demasiado lejos (aunque muy probablemente al hacerlo no faltemos a la verdad). Lo que sí que se puede gritar a los cuatro vientos sin duda es que el LP autotitulado que vio la luz en 2013 es el mayor exponente de exploración (y sobrepaso) de los límites artísticos de la cantante de Houston. Un LP tan denso como rico en matices y ritmos que abarca todas las tonalidades posibles de la lucha femenina, romántica y profesional de todo un mito musical, cultural y estético como Bé. Abriendo con "Pretty Hurts" como pisotón con el que llamar la atención, nos adentramos en 1 hora y pico de autobiografía ("Haunted" es el corte más relevante en lo puramente musical por su experimentación, con unos giros de percusión jamás imaginables en la obra de Knowles) y, sobretodo, superación personal, como en "Drunk In Love", un mastodonte electrónico en el que aprenderemos los riesgos derivados de la combinación de atracción romántica, hormonas y "sustancias disruptoras de la razón". Por supuesto, una lectura más elevada de "Drunk In Love" daría como resultado una interpretación contra el amor abusivo, los malos tratos, el cambio de roles de género en tiempos modernos y toda esa propaganda que, en momentos como éstos en los que a dichos asuntos tan serios se les da un trato más político que evolutivo, se percibe aquí, en cambio, como una lucha sincera de la artista como Mujer en última instancia. Es este hecho el que convierte a los 5 minutos y medio de "Drunk In Love" en los más importantes hasta la fecha de la discografía de Beyoncé, y no solo por su contenido sino además por su intrincada forma. "Blow", en mi opinión, sobra en el álbum: un tema setentero, disco, muy neo-Motown, plagado de sexualidad, que quizás iría bien en algún disco de la difunta Britney Spears. "Jealous" es un tema especial para mí, porque me retrae a las sesiones de I Am Sasha Fierce, aquél disco en el que conocimos, además de la faceta más guerrera de Beyoncé, a la más dulce, melosa e íntima, de la que yo me enamoré perdidamente (como todos). "Jealous" ahonda nuevamente en las relaciones exigentes y desequilibradas, convirtiéndose en un tema-consejo dedicado a todas las chicas (o chicos, da igual, recordad el tema "If I Were A Boy", al que, por cierto, se hace referencia, si se sabe entreleer, en las letras de "Jealous": <<Sometimes I want to walk in your shoes>>) en plena adolescencia y necesitados/as de probar nuevas experiencias sentimentales. El genial "Superpower", un dueto junto a Frank Ocean, es otra prueba de como convertir lo que de otra forma sería un disco R&B irritante en una muestra interesante de reflexión: el uso del léxico, cuando se hace teniendo en mente la idea de transmitir imágenes muy concretas, implanta conceptos en cabezas ajenas mejor que el libro más técnico o la explicación de profesor más correcta y fría. "Superpower" habla de la ausencia de fronteras para el amor y explica cómo una pareja puede enfrentarse literalmente a todo cuando ambas piezas se convierten en un sólo ente. Es un corte extraño del disco, pero por enigmático se vuelve interesante... al igual que el álbum entero.