1991, Parlophone
9.1
Empezar a opinar sobre la discografía de una banda por el final de la misma es poco convencional. Tan poco convencional como la agrupación en cuestión. De los cientos de bandas de rock que han marcado épocas, una lista muy elitista de éstas puede considerarse como los verdaderos creadores de tendencia, vanguardistas que definirían el sonido del éxito musical para todos aquellos actos que los tomarían como inspiración. Queen es una de esas bandas que gracias a su trabajo y a su propia historia no solo sirven como pilar fundamental de la cultura popular contemporánea, sino que crean escuela más allá de la música: son la filosofía de las letras y la atmósfera de las canciones las que se convierten casi en una religión.
La fábrica de clásicos liderada por el mítico e irrepetible Freddie Mercury e integrada por el colosal guitarrista Brian May, el genial batería Roger Taylor y el talentoso bajista John Deacon vivió en su historia la gama completa de experiencias que convierte a una banda en una novela: el éxito tras estar al borde del fracaso, la fama en todo el mundo, las colaboraciones estelares con otros artistas y el amargo final de una tragicomedia. Innuendo es el cierre de la discografía de Queen, la madura, optimista y agradecida despedida de una voz inconfundible. 54 minutos del rock más íntimo de los londinenses, lleno de furia y melancolía a partes iguales. El tema homónimo abre el disco con la majestuosidad con la que un astronauta observa la Tierra desde el espacio y reflexiona sobre la vida, tanto la propia como la de los demás, y mientras la inercia y la gravedad mantienen al planeta girando entorno al Sol, otras fuerzas igual de intensas juegan el trascendente papel de iluminar el alma humana: el amor, la insistencia, la esperanza y la justicia. Cuando Freddie Mercury dio forma a Innuendo ya era más que consciente de su ocaso inminente a causa del SIDA, su último enemigo, por eso no quiso desperdiciar la oportunidad de llenar este LP de emotivas despedidas, cada una firmada por una moraleja vital: la extraña y brillante I'm Going Slightly Mad es una de las canciones más injustamente infravalorados de la carrera del grupo, sobre la batalla mental que supone enfrentarse al apocalipsis personal; la potente Headlong, bien subrayada por el trabajo de Taylor, nos transmite su incansable mentalidad de lucha hasta las últimas consecuencias (muere peleando). Sin embargo, si le preguntásemos a Mercury si, pese a todas sus desgracias, se arrepiente de algo, nos responderá en I Can't Live With You y en Ride The Wild Wind que no solo volvería a repetir todas sus aventuras, sino que sería el doble de bestia en ellas si pudiera [aplauso, por favor].
Antes de despedirse del todo, hay una mención a quienes partieron antes que él, una preciosa y evocadora balada llamada These Are The Days Of Our Lives donde se habla de gratos y brillantes recuerdos, que son en lo que precisamente Freddie quiere convertirse una vez que libre la contienda final de su guerra sin ganador. La celestial Don't Try So Hard pone los pelos de punta, algo normal si tenemos en cuenta el desborde de sinceridad que transmiten no solo la voz del propio Farrokh, sino el trabajo de sus compañeros, que con igual (o mayor) pesadumbre compartían las últimas sesiones de grabación con su amigo. ¿El mensaje? Una llamada ineludible a no perder el tiempo.
El cierre del LP viene de la mano de la archiconocida The Show Must Go On, un abrazo final lleno de consuelo de quien sabe que deja atrás a millones de almas rotas por su marcha.
Innuendo es el último capitulo de una novela vivida plenamente en la que el destino, como villano, gana su particular partida de ajedrez pero no consigue por ello, en lo más mínimo, arrebatar la excelencia a su contrincante. 24 años después, la intención del genio sigue cumplida de forma intacta: tras la muerte, convertirse en un recuerdo, un recuerdo grato y lleno de admiración que está más vivo que nunca.